Con la afirmación de los derechos nacionales e incluso provinciales, el así llamado salvajismo de la rapsodia da por fin la espalda a la música solemne, y comienza la revolución de la humildad. Liszt, en consonancia con su mundo, dio voz así a lo terreno, igual que Victor Hugo hizo con los miserables y, de este modo, junto a las piezas de Músorgski, Bartók o Albéniz, se fueron abriendo nuevos territorios musicales, comenzó la era de la improvisación. La obra de Jankélévitch, gran apasionado del compositor húngaro, combina el estudio de la filosofía y la música.
Vladimir Jankélévitch (Bourges, 1903 – París, 19 ...