Durante seis décadas, el desarrollo se utilizó para legitimar innumerables políticas económicas y sociales, con la idea de que el bienestar para todos era inminente. Con la llegada de la globalización, el desarrollo fue progresivamente sustituido por la lucha contra la pobreza y se volvió a retomar el crecimiento como único recurso.
A pesar de su fracaso, el desarrollo, curiosamente, sobrevive como un atisbo de esperanza colectiva, porque se basa en una creencia profundamente arraigada en nuestro imaginario, donde la necesidad de creer supera cualquier duda que se pueda tener sobre el objeto de la creencia ...